Se usa para hablar de terminar por fin una tarea complicada, como si fueras repartidor y tuvieras que dejar el pan calentito en cada puerta sin fallar ni una. Es como decir que ya cumpliste con lo que tenías pendiente y puedes soltar el estrés. Suena muy cotidiano, casi de barrio, y tiene su encanto panadero.

"Tío, después de mil marrones y cambios de última hora, por fin entregué el pan con el informe y el jefe se quedó más contento que un niño con pastelitos."

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