Se usa cuando hace un frío tan brutal que sientes que hasta el ombligo se te queda duro como piedra. Es una exageración muy sanjuanina para quejarse del invierno o de las noches heladas. Sirve tanto para el frío en la calle como para cuando alguien es rata y no prende la estufa. Y hay que admitir que suena bastante gráfico.
"Anoche en el camping hacía un viento helado que ni la fogata salvaba, estaba por irme a la carpa porque ya sentía que se me congelaba el ombligo mal."