Se usa para decir que alguien está tan pegado a un chisme o a una conversación que queda ahí quieto, como si fuera parte de la pared, todo enmuraliado. No se mueve, no hace oficio, no hace nada más porque está tragado del cuento. Es muy de tía chismosa de barrio, y hay que admitir que la palabra suena bien sabrosa.
"Mi tía quedó tan enmuraliada con el chisme del vecino que se le quemó la sopa de fríjol, el arroz se pegó y hasta el gato salió corriendo del olor a quemado."