Expresión para hablar de una llamada de atención fuerte, una regañada que te dan cuando la has cagado y alguien quiere que espabiles. No siempre es con mala leche, a veces es más bien para que aprendas la lección y no la vuelvas a liar. Suena suave, pero puede doler más que un grito directo.
"Ayer llegué bolo al brete y hoy el jefe me pegó tremendo jalón de orejas, ya me dijo que la próxima me manda a volar."
Es una forma muy usada para hablar de un regaño fuerte pero con cariño, como cuando alguien se pasa de vivo y le toca aguantar sermón. En Norte de Santander un buen jalón de orejas puede incluir mirada asesina, discurso eterno y hasta amenaza de chancla, pero en el fondo es porque sí les importas. Y hay que admitir que a veces hasta hace falta.
"Llegué a las tres de la mañana todo feliz del parche y al otro día mi mamá me metió tremendo jalón de orejas, que hasta el vecino apagó la música pensando que también era con él"