Se dice cuando alguien va con el genio torcido, irritable y con mala leche, como si estuviera afilando el carácter y cualquier cosa le rozara. Vamos, que está a la mínima y salta por nada. Útil para describir esos días en los que mejor no tocarle mucho las narices a la persona en cuestión.
"Pablo hoy está pasando el filo que da gusto: le dije “buenos días” y me soltó un bufido como si le debiera la vida."