Se dice cuando te quedas conversando tranquilo, sin afán, aprovechando el fresquito de la tarde o la noche después del calor bravo. Es la típica escena de sacar la silla a la puerta, echar chisme suave, reírse un rato y dejar que el tiempo se vaya solito. Plan sencillo, pero sabroso.
"Después de la comida sacamos las sillas pa’ la puerta y nos pusimos a charlar en la fresquita, entre chisme, tinto y risas, y cuando vimos ya cantaban los gallos."