Se dice cuando alguien se avienta una dormidota pesada, de esas que te dejan babeando, normalmente después de comer como si no hubiera mañana. Es la siesta sin remordimiento, la que cae en fiestas, bodas o recalentado dominguero. No es una siestita fina, es un sueño nivel tronco. Y sí, da envidia.
"En la comida de la abuela, mi primo se echó un jamón en el sillón y ni con la banda del vecino se despertó, nomás roncando a gusto."