Expresión clásica para mandar a alguien a paseo, o sea, que se largue y te deje tranquilo. Suena menos bestia que un insulto directo, pero el mensaje va clarito: no me des la brasa. Se usa mucho en discusiones, cuando ya no tienes paciencia o quieres cortar la conversación de golpe.
"El vecino vino otra vez a quejarse por la música y mi colega, sin cortarse, le soltó que se fuera a freír espárragos y cerró la puerta."