Dicho santiagueño para decir que algo o alguien quedó hecho bolsa, arruinado o sin servir para nada después de un esfuerzo al pedo o de comerse una paliza. La imagen es clarita: un lazo tirado a la intemperie, mojado y podrido, que ya no ata ni una cabra. Bien gráfico y bien del monte.
"Me fui a jugar al fútbol con 40 grados y sin agua, volví lazo llovido, tirado en la cama y sin fuerzas ni pa' cebar un mate."