Así le dicen en Bolívar a los reductores de velocidad, esos montículos en la calle que te obligan a bajar sí o sí. Si vienes embalado, el carro pega un brinco y tú también. Sirven para que la gente no ande como loca por el barrio. Son útiles, pero cuando no los ves, te acomodan el alma.
"Iba embalado pa' la casa y no vi la loma de burro en la entrada del barrio. El carro brincó durísimo y yo casi me hago puré de yuca contra el techo."