Se dice cuando te sirven un café tan aguado y flojito que parece agua pintada, como un guayoyo triste que no despierta ni a un zancudo. Es la queja perfecta del que va con fe cafetera y termina estafado por una taza sin fuerza. Suena muy de oriente y da risa, pero duele.
"Mano, yo quería un negrito fuerte y me trajeron este pozo de guayoyo. Con esto no arranco ni pa' la cola del pan."