Más que solo café, es el momento sagrado de sentarse en la cocina a platicar con calma, echar chisme sabroso y ponerse al día con la familia o los compas. El cafecito de olla huele a canela, piloncillo y confianza. Y la neta, muchas veces el chisme está más caliente que la taza.

"Cáele temprano el domingo, armamos cafecito de olla en la cocina de mi jefa y nos aventamos todo el chisme del barrio, desde la vecina tóxica hasta el primo que ya se cree influencer."

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