Se usa cuando algo te pone nervioso, incómodo o te da una vergüenza ajena brutal, como si te subiera un calorón repentino. Puede ser por un momento tenso, por un comentario fuera de lugar o por una metida de pata épica. Es como sudar frío por dentro, y la verdad es que a veces hasta hace gracia después.

"Estábamos en la cena familiar y al primo se le ocurrió preguntarle a la tía cuándo iba a bajar de peso, qué sofoco, hasta el perro se quedó callado debajo de la mesa."

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