Se dice cuando te mandás una compra medio impulsiva tirando de la tarjeta de crédito, aunque no te dé el cuero. Es ese momento de valentía financiera que dura cinco minutos y después se transforma en arrepentimiento cuando cae el resumen. Muy porteño, muy de fin de mes, y sí, tiene su encanto.
"Estaba seco mal, pero vi la campera en oferta y me mandé el tarjetazo. Ahora vivo a mate y galletitas hasta que cierre la tarjeta."
Se usa cuando resuelves un problema sacando la tarjeta de crédito sin pensarlo mucho, ya sea para pagar una cuenta gigante, salir de un apuro o no matar la rumba. Es como decir que tiraste de plástico para no amargarte la vida. Muy de venezolano que no se quiere quedar por fuera de nada, aunque después llore el estado de cuenta.
"Marico, la botella estaba carísima y nadie tenía efectivo, así que lancé el tarjetazo y seguimos rumbiando como si mañana no tocara pagar nada."