Se dice de alguien que habla mucho, a veces de temas triviales, como si tuviera una rueda en el cerebro que no para.
"Juan estaba tan emocionado con su nuevo proyecto que en la reunión hablaba hasta por los codos, al punto que nos perdimos tres veces."
Se dice de alguien que habla sin freno, que no suelta la lengua ni para respirar. La idea es exagerada y graciosa: habla tanto que hasta los codos se le ponen a conversar. Vale para la tía chismosa, el pata intenso o cualquiera que te atrape con un monólogo eterno. Útil y bien castizo.
"Mi tía Lupe habla hasta por los codos y en la combi se hizo amiga del cobrador, del chofer y de medio mundo, todo en diez minutos."
Dicho para esos parceros que no paran de hablar ni debajo del agua, ya sabes, los que te cuentan hasta la historia de cómo llegaron a comprar una empanada.
"Parce, el Juan es un caso perdido, se sienta en el café y empieza a hablar hasta por los codos. Ya sabemos todo sobre la tía abuela de su vecino."