Se usa para llamar a alguien “joven” con tonito entre cariñoso y medio burlón, sobre todo cuando se hace el que no sabe o se porta inmaduro. No siempre es insulto, más bien es un jalón de orejas con sonrisa, como diciendo: ya estás grandecito, no te hagas. En el norte pega bien en plática.
"Ándale, jovencillo, no te hagas el inocente. Ayer bien que andabas de experto en la carne asada y hoy dices que ni sabes prender el carbón."