Se usa para decir que alguien está muy de bajón, con una pena seria, de esas que ni un buen pintxo con su zurito arreglaría. La gracia está en que un lunes ya es duro de por sí, y si encima le quitas el pintxo, se vuelve una tragedia gastronómica y emocional. Y oye, razón no le falta.
"Desde que me dejó la cuadrilla tirado en fiestas estoy más triste que un lunes sin pintxo, ni el camarero del bar de la esquina me reconoce ya la cara de pena."