Es la “maestría” del tigueraje dominicano: moverse vivo, con calle y labia, resolviendo como sea y sacando ventaja sin que te agarren de pendejo. Puede sonar a picardía admirable o a ser medio fresco, según el contexto. Si alguien te dice tíguere, no siempre es insulto, a veces es respeto.
"Juan es un duro en el tíguereísmo: llegó al concierto sin taquilla, habló dos vainas con el seguridad y entró pagando la mitad, como si nada."