Se usa para hablar del parcero que llega a los treinta y, en vez de apagarse, se prende más que nunca. Tiene la energía del pelado que rumbea todos los fines de semana, pero ya con callo, mañas y algo de sabiduría. Es como decir que está en su mejor momento, florecido, con canas y todo, pero más interesante.

"Desde que cumplió treinta, el man anda más activo que cuando era pelado: madruga a trotar por la Séptima, arma parches cada ocho días y hasta cocina. Ese sí es un treintañero en flor, ni los veinte le rindieron tanto."

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