Se dice cuando alguien arranca un plan con toda la fe del mundo, como si fuera a comerse el barrio, pero a mitad de camino se le tuerce todo y acaba en desastre. Va con ese saborcito de ilusión que se desinfla y de mala suerte encadenada. Muy de contar historias con drama y risa a la vez.
"Juan montó el negocio levantando el horizonte, con música y hasta globos, y a los dos meses ya estaba fiando, debiendo y cerrando porque se le dañó todo."