Forma cariñosa y un poco irónica de hablar del micro o bus chico que recorre la ciudad o los pueblos y que, por alguna razón mágica, siempre va lleno hasta los topes. Se usa mucho cuando uno se ríe de lo apretado del viaje, aunque igual se sube porque no queda otra. Y hay que admitir que el nombre tiene su encanto.
"Pucha, me subí al microbucito en hora punta y terminé abrazando a medio Los Ríos, iba peor que lata de sardinas en oferta"