Se dice cuando algo está carísimo, pero con esa ironía bien argentina de comparar lo imposible con lo cotidiano. La idea es que hasta el asado, que debería ser lo más popular, se vuelve un lujo si andás corto de guita. Sirve para quejarse con humor cuando te quieren cobrar cualquier pavada.
"Fui a comprar dos empanadas y una gaseosa y me querían cobrar una fortuna, caro como asado de pobre. Me di media vuelta y me fui al kiosco de la esquina."