Se dice cuando alguien te habla sin parar, te taladra con detalles y te deja la cabeza hecha un quilombo. Es como que te van poniendo piedritas en la oreja de tanto chamuyo, hasta que te cansás y querés que corten. Muy de charla pesada, de esas que no llegan nunca al punto.
"Che, aflojá un toque, loco: me venís empedrando la oreja con el drama del perro desde ayer. Decime qué pasó en serio y listo, que tengo que rajar."