Se usa para hablar de una siesta tan bestia y profunda que parece que te han echado una losa de hormigón encima. No es una cabezadita rápida, es desaparecer del mapa un buen rato. Suele ir después de comilonas épicas y tardes de sofá. Y oye, un buen hormigonazo a veces sienta mejor que unas vacaciones.
"Tía, después del cocido de mi abuela me pegué un hormigonazo en el sofá que ni con petardos me levantabais, parecía un saco de cemento tirado en el salón."