Se usa para hablar de un susto tan brutal que te deja temblando como gelatina en terremoto y con la piel de gallina hasta en las cejas. Es ese escalofrío intenso, medio de miedo medio de impresión, que cualquier ecuatoriano reconoce al toque. Y hay que admitir que la palabra suena tan dramática que hasta da risa.
"Loco, cuando se fue la luz y sonó ese portazo en la cocina, me dio un ñañarazo que casi me lanzo por la ventana del susto."