Se dice con ironía de la persona que se la pasa chamuyando en el bar, tirando historias épicas y promesas grandotas, pero a la hora de hacer, cero. Mucha lengua, poca acción. Es el típico que con dos tragos ya “conquistó el mundo”, pero después no mueve ni un dedo. Y encima te lo cuenta convencidísimo.
"Ahí tenés a Ricardo, orador de cantina total: hace media hora que dice que va a subir el Aconcagua y después no camina ni hasta el kiosco."