En Puebla, decir que alguien es un talache es llamarle currante de los buenos: el que le entra a la chamba sin quejarse, se rifa con lo pesado y siempre anda resolviendo. Es medio apodo y medio halago, como decir que es un burro de trabajo, pero con cariño. Si falta alguien, ese talache se apunta.
"Se fue la luz, se tapó el baño y todavía había que montar el puesto. Y ahí va el Toño, bien talache, arreglando todo sin hacerla de tos."