En el Cesar se usa caraota para señalar a la persona que siempre está llorando por plata, quejándose de que todo está caro, así sea baratísimo. Es ese amigo que convierte cualquier vuelta en drama económico y uno ya ni sabe si reírse o cobrarle entrada. La palabra suena tierna, pero el sablazo va con cariño costeño.
"Fuimos a comernos una arepa bien barata en la esquina y el man salió todo caraota, diciendo que con eso ya se quedaba en la ruina hasta la próxima quincena."
En Venezuela se le dice caraota al frijol negro, base de un montón de platos caseros: pabellón criollo, arepas rellenas, empanadas y lo que se te ocurra. Es de esas comidas que huelen a casa de la abuela y a olla hirviendo a fuego lento, y la verdad es que cuando están bien hechas son puro amor comestible.
"Anoche llegué muerto de hambre y mi mamá tenía pabellón con caraotas negras, arroz, tajadas y carne mechada; casi lloro de la emoción, chamo, eso quedó brutal."
En Caracas se usa para hablar de alguien súper chismoso, que vive pendiente de la vida ajena y siempre anda soltando cuentos por ahí. Es como el noticiero del barrio, pero versión boquita floja. Aunque literalmente caraota es frijol, cuando se usa así es puro salseo y la verdad es que suena bien sabroso.
"No le cuentes nada a la Yelitza, vale, que esa jeva es tremenda caraota y mañana todo el bloque sabe tu cuento."