En Cesar se usa para hablar de aguantar una espera larga y cansona, casi siempre en filas eternas donde el tiempo no pasa ni a bala. Es como resignarse a la mamera de esperar turno, pero con ese toque costeño de paciencia y quejadera a la vez. Y la verdad, todos hemos hecho la bendita cola alguna vez.
"Hermano, llevo una hora haciendo la cola en el banco y ni se han dignado a llamar al primero, esto sí es pa' volverse loco."
En Venezuela se usa para decir que te toca ponerte en una fila, normalmente larguísima, para comprar algo, hacer un trámite o agarrar un cupo. Suele implicar paciencia, calor, madrugón y ese ambiente de gente echando cuento mientras espera. Vamos, el deporte nacional cuando hay escasez.
"Me paré a las 4 y ya había media cuadra, pana. Me tocó hacer la cola pa' ver si agarraba harina y al final salí con un refresco y pura rabia."
En Puerto Rico, hacer la cola es darle a alguien un regaño fuerte, un boche de los que te dejan mirando pa' la pared y pensando en tus decisiones. No va de hacer filas ni de esperar turno, va de que te van a cantar las cuarenta. Si te dicen eso, ve ensayando la cara de yo no fui.
"El nene rompió el jarrón, lo escondió detrás del sofá y ahora está sudando frío porque cuando mami llegue le va a hacer la cola, pero de verdad."
En Sevilla, 'hacer la cola' implica intentar unirme discretamente a las fiestas o eventos sin haber sido formalmente invitado, aprovechando contactos comunes y mucha labia.
"Anoche íbamos caminando cerca de la terraza del Juani y vimos una fiesta. No éramos invitados, pero hice la cola con excusas bien sevillanas y terminamos bailando flamenco como si fuera nuestro propio sarao."
En Bilbao, 'hacer la cola' significa salir de pintxos sin que tu cuadrilla haya decidido todavía en qué bar quedarse; rebotas de local en local y siempre eres el último en comerte ese antxoilla que ningún otro se atrevió a agarrar.
"La cuadrilla no se pone de acuerdo sobre cuál es mejor para empezar, así que yo hago la cola y acabo degustando todo hasta el amanecer, ¡etiqueta propia del bilbaíno aventurero!"
En Valencia, 'hacer la cola' ya no está relacionado con filas ni regaños, aquí es el arte de aprovecharse del descuido de alguien para colarte en una mesa compartida durante un castillo de fuegos artificiales.
"Nada como 'hacer la cola' ayer por la noche; acabamos disfrutando una cena extra donde nadie sospechó que éramos los invitados espontáneos atentos al cielo."
En Madrid, 'hacer la cola' es un código no oficial para meterte en el bar cuando ves que tus amigos han pedido las primeras tapas del día sin ti, aprovechando un poco de caradura madrileña.
"Llegué tarde y los colegas ya estaban pidiendo bravas sin parar... No fue difícil hacer la cola y colarme entre cucharada y cucharada."
En Argentina, 'hacer la cola' significa esperar pacientemente en una situación aburrida con la esperanza de obtener algún chisme interesante. Aunque nadie lo dice abiertamente, la espera suele valer la pena.
"Fuimos a la fiesta de Walter y, aunque todos estaban bostezando, yo hice la cola porque al final iban a contar por qué Memo terminó hospitalizado con un loro en la cabeza."
No te emociones, no es una nueva coreografía ni un paso de reguetón. En Caracas se usa para hablar de hacer fila, normalmente por horas, para comprar comida, gasolina o resolver cualquier trámite infernal. Es casi deporte nacional, con solazo, calor y chisme incluido. Y hay que admitir que, si no fuera tan triste, tendría hasta su punto cómico.
"Hermano, me paré a las cinco de la mañana a hacer la cola pa’ la gasolina y cuando por fin llegué a la bomba dijeron que se había acabado, casi me da algo ahí mismo."
En Barcelona, 'hacer la cola' se ha transformado en una táctica secreta que catalanes han dominado: camuflarse tras personas famosas haciendo cola para aparecer en sus selfies sin que se den cuenta.
"Estaba la Rosalía comprando una ensaimada; hice la cola justito detrás para salir sonriente en su story. ¡Colada perfecta!"