Frase para admitir, con humor, que estás oyendo el ruido pero no estás prestando atención de verdad. Vamos, que asientes por educación mientras tu cabeza ya está pensando en la merienda o en las musarañas. Va genial para cortar parrafadas eternas sin montar bronca. Un clásico de supervivencia social.
"Mi tío se tiró media hora con la misma batallita del tractor y yo, con cara de santo: sí, sí… oigo, pero no escucho."