En Lima se dice cuando alguien te pide algo “prestado” pero tú ya sabes cómo acaba la historia: no vuelve ni por casualidad. Es como prestar y despedirte a la vez, con resignación y un poquito de mala leche. Se usa mucho en tono de broma, para marcar al típico vivo que colecciona cargadores ajenos.

"Mira, ahí viene Juan con su sonrisita de prestar tijera. Si le prestas tu cargador, ya fuiste, mañana lo ves en su casa como si nada."

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