En Guatemala, pucho es una forma bien coloquial de decir cigarro, y a veces también el puchito es el último pedacito que te queda. Se usa entre cuates sin tanta ceremonia, como quien pide un cigarrito para la sobremesa. Suena cariñoso y medio travieso, y sí, es de esas palabras que delatan barrio al instante.
"Vos, ¿tenés fuego? Ando con ganas de un puchito después del tamalito, que sin eso la sobremesa no arranca."
En Chile se usa pucho para hablar de un cigarrillo de forma bien coloquial, de esas palabras que salen solas cuando estás con los amigos. También puede usarse para referirse a un resto pequeño de algo, pero casi siempre va ligado al tabaco. Suena cercano, un poco cochino, y hay que admitir que tiene su encanto callejero.
"Oye compadre, ¿me pasai un pucho? Que con este frío ni el perro quiere salir al patio sin echarse una fumadita primero."
En el Maule, pucho es la forma típica de llamar al cigarro, ya sea entero o el resto que queda después de fumar. Es el clásico acompañante de la conversa en la esquina, la pausa en la pega o el carrete improvisado. No es fino ni elegante, pero tiene ese encanto medio rasca que igual une a la gente.
"Oye, compa, ¿te sobra un pucho? Estoy más tiritón que semáforo en Talca esperando el micro y sin nada que fumar."
En Bolivia pucho es la forma más común y relajada de llamar al cigarrillo, ya sea entero o el resto que queda al final. Es palabra de pausa, de chisme rápido en la vereda y de excusa perfecta para salir un rato de la oficina. Suena cercano, cotidiano y un poco vicioso, pero hay que admitir que tiene su encanto.
"Che, ya estoy harto de la chamba, salgamos un rato a la puerta a fumarnos un pucho y rajar del jefe que está más pesado que llanta pinchada."