En el sur de Chile se usa para hablar de un chisme sabroso, de esos que traen drama, risas y un poco de veneno amistoso. El cahuín se arma cuando todos opinan, exageran y le ponen color a la historia. Es casi deporte nacional, aunque nadie lo admite en serio, y hay que decir que tiene su encanto culpable.

"Oye, vecina, ¿cachaste el medio cahuín del pasaje? Que el don Lucho se fue con la comadre de la esquina y ahora todos andan más pendientes que del clima en Puerto Montt."

En Maule, cahuín es el chisme sabroso del barrio, la copucha que corre más rápido que el WiFi. Puede ser verdad, puede ser puro invento, pero igual se comenta con detalles, tono de secreto y harto color. Es esa historia que parte chica, termina gigante y siempre deja a medio pueblo con la oreja parada.

"Oye, comadre, ¿cachaste el cahuín del pasaje? Que el vecino del 5 se fue al carrete, volvió raja y terminó durmiendo abrazado al basurero municipal."

En Chile, un cahuín es un chisme, pelambre o rumor que corre de boca en boca y arma ruido en el barrio, la pega o la familia. Puede ser una tontera o un bombazo, pero siempre viene con ese gustito de “yo supe primero”. Ojo, que a veces se usa también para hablar de un enredo o escándalo chico.

"Deja el cahuín, po, si la vecina juraba que el profe se fugó con la tesorera y al final era que se le quedó el celu en el Uber."

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