Se dice cuando te has matado trabajando o haciendo algo y acabas reventado, sin una gota de energía, como si hubieras dejado la piel en el sitio. Vale para el camello, el estudio o una jornada pesada. Suena bien de campo y de sudor, de esos días que te dejan molido de verdad.
"Parce, hoy en la finca nos tocó cargar bultos como locos y quedé vuelto nada. Llegué a la casa y dije: Ma, hoy sí dejé el cuero allá, no me pidás ni que prenda el fogón."