Se dice cuando alguien se pone intenso y arma un escándalo por una vaina mínima. Es como “armar un peo”, pero con ese toque de exageración: de un detalle chiquito te levantan un drama tamaño edificio. Se usa mucho para regañar o burlarse del que se pasa de novela y no baja dos.
"Chamo, no armes la torre porque se te cayó el helado, vamos a comprar otro y ya. Pareces una novela de las ocho, vale."