Decirle a alguien lo que piensas de manera directa y sin rodeos, especialmente cuando estás molesto.
"Después de ver al pana pasarse de lanza otra vez, por fin decidí cantarle las cuarenta: '¡Hermano, ya basta! O le bajas dos rayitas o nos vamos a las manos.'"
Se dice cuando te plantas y le sueltas a alguien lo que piensas, bien clarito y sin rodeos, normalmente para echarle una bronca o ponerle en su sitio. Es como decirle cuatro verdades a la cara, con valor y mala leche si hace falta. Vamos, que se acabó tragar y toca hablar.
"Mi compi de piso llevaba un mes dejando los platos como si fueran decoración, y ayer ya exploté: le canté las cuarenta y, milagro, se puso a fregar."
Se usa cuando alguien decide enfrentar a otra persona y decirle todas sus verdades de golpe, sin guardarse nada. Es como pasarle factura por todas las cagadas acumuladas, con regaño incluido y cara seria. No siempre es gritos y drama, pero suele ser un momento tenso. Y cuando te las cantan bien cantadas, se te baja el ego rapidito.
"Mi jefe se enteró de que llegué tarde toda la semana y me llamó a su oficina solo para cantarme las cuarenta delante de todos, yo ahí tragando saliva y deseando volverme invisible."
Expresión para cuando decides soltar todo tu repertorio de verdades a alguien que se lo merece, ¡sin pelos en la lengua como buen manchego!
"Después de pillarle otra vez con las manos en la masa, fui directo y le canté las cuarenta sin pestañear."
Decirle a alguien unas cuantas verdades en plan directo y sin andar con rodeos. Vamos, decirle lo que hay sin cortarse un pelo.
"Ayer el Javi le cantó las cuarenta al jefe porque ya estaba harto de los marrones que le caen."