En Táchira se usa para rajar duro de alguien, criticarlo sin piedad y soltarle todo el veneno verbal posible. No tiene nada que ver con balas de verdad, pero sí con una metralla de chismes, quejas y comentarios malintencionados. Es como desahogarse hablando peste de alguien, a veces con razón y a veces por puro chisme.

"Después del partido, se armó la tertulia en la esquina y todos se pusieron a echarle plomo al árbitro, que según ellos estaba más comprado que pollo en feria."

En el Cauca se dice cuando alguien se pone intenso y no suelta el tema, como disparando palabras sin parar. Es esa cantaleta que te taladra la cabeza: quejadera, reclamo o sermón eterno. También puede sonar a amenaza según el tono, así que ojo con el contexto. Pero bien usado, describe perfecto al que no deja vivir.

"Parce, mi hermana está echando plomo desde temprano por los zapatos, ya revisó hasta la nevera. Yo solo quería desayunar tranquilo y me tiene a punta de cantaleta."

En Cundinamarca se usa para hablar de una discusión brava, de esas donde la gente se dice todo sin filtro y el ambiente se pone pesado. Es como cuando cada quien dispara sus verdades a quemarropa y nadie se guarda nada. Suena violento, pero en el día a día también se usa medio en chiste cuando la pelea es solo de palabras.

"Parce, en la oficina empezaron a echar plomo por el bono de fin de año y eso quedó peor que clásico en El Campín, todo el mundo emberracado y gritando como si se fuera a acabar el mundo"

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