En el Chaco, achicar no es solo hacer algo más chico, también es recortar sueños, planes o expectativas cuando la realidad te pega un cachetazo. Es cuando ves que la plata, el tiempo o la energía no dan y tenés que bajar un cambio. Duele un poco, pero también te salva de hacer papelones, hay que admitirlo.

"Che, con lo que sale todo, vamos a tener que achicar el cumple de la nena, nada de pelotero ni payaso, con unas tortas fritas y la familia ya estamos hechos."

En Moquegua achicar no es encogerse de miedo, es todo lo contrario. Cuando alguien te suelta achica el vino te está diciendo que le entres con ganas, que bebas sin roche hasta dejar el vaso seco. Es como una invitación cariñosa a no hacerse el tímido con la chela o el vino, y la verdad es que suena bien motivador.

"Andrés levantó la copa en la peña y le dijo a Carla: Achica, causa, que acá no se deja ni gota o te cambiamos por gaseosa nomás."

En Arequipa achicar es rajarse a última hora por miedo, vergüenza o pura falta de huevos. Es cuando dices que sí muy valiente, pero llega el momento de la verdad y te haces chiquito y desapareces. Es como encogerse ante la situación, bien cobarde, aunque luego pongas excusas bien creativas para justificarte.

"Iba a invitarla a salir, pero la vi con todo su manchón y me achiqué feo, me hice el loco y me fui a comprar anticuchos nomás."

En Extremadura achicar es más que hacer algo pequeño. También se usa para hablar de sacar coraje y plantarle cara a una situación chunga, aunque te tiemblen hasta las pestañas. Es como decir que te armas de valor y tiras p’alante, aunque por dentro estés pensando quién narices te mandaría meterte en ese lío.

"Cuando vi al jefe cabreado pensé en escaquearme, pero al final tuve que achicarme, entrar en su despacho y soltarle todo el marrón con una sonrisa de pringao."

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